🛡 Fortaleza en la fe

¿Cómo dialogar con los hermanos separados?

Una vez que hemos sido preparados en apologética y contamos con fundamentos bíblicos del catolicismo, es necesario considerar los siguientes puntos para dialogar con los hermanos separados (cristianos no-católicos) y también seguir las reglas de diálogo, para así tener una buena y sana apologética, y no caer en discusiones vanas que no ayudan a nadie.

Puntos para dialogar con los hermanos separados:

Los siguientes 6 puntos ayudan a establecer las bases para un sano diálogo con los hermanos separados, miembros de otras iglesias cristianas.

1. Dialogar con amor y compasión.

Debemos dialogar con amor, porque sin amor nada somos. Atraigamos a los hermanos separados y a los católicos alejados mostrándoles la verdad y el amor de Dios, sobre todo con nuestro testimonio de vida.

“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada” (1 Corintios 13,1-2 BPD).

Tratemos de convencer con compasión y piedad a los que, por dudas, se han apartado de la Iglesia y de la verdad (la sana doctrina), aborrezcamos el pecado y la mentira, pero tengamos compasión del pecador, y así evitemos el peligro para nuestras almas.

“Traten de convencer a los que tienen dudas, y sálvenlos librándolos del fuego. En cuanto a los demás, tengan piedad de ellos, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica contaminada por su cuerpo” (Judas 1,22-23 BPD).

“Es propio de los perfectos que en los pecadores no odien más que los pecados; y que amen a esos mismos hombres” (S. Agustín, Contra Adimantum 17,5).

2. Defender sin ofender, buscando convencer.

Con la apologética no combatimos personas sino errores, presentando los razonamientos y las verdades de nuestra fe católica con suavidad, respeto, paciencia, sencillez, confianza y humildad; siempre evitando entrar en peleas o discusiones vanas que tan solo engendran conflictos.

“Evita las discusiones necias e insustanciales, pues ya se sabe que degeneran en peleas. Y no es propio de uno que sirve al Señor pelearse, sino ser amable con todos, hábil para enseñar, paciente” (2 Timoteo 2,23-24 Biblia EUNSA).

En pocas palabras los católicos tenemos que tener la altura de “defender sin ofender, buscando convencer”, aun cuando nos hayan ofendido o agredido por causa de la verdad, debemos exhortar y corregir con amor y amabilidad, porque cuando nos dejamos llevar por la ira, y participamos en peleas u ofensas, automáticamente ya no estamos ayudando ni edificando a la persona con quien estamos dialogando, ni tampoco a los oyentes.

Todo este punto lo resume la siguiente frase de San Agustín:

“si corriges, corrige con amor” (San Agustín, In Epistolam loannis ad Parthos 7,8).

3. Orar por los hermanos separados.

Además de corregir con amor y amabilidad, debemos orar con compasión y piedad por todos los hermanos separados (especialmente por aquellos con quienes estamos dialogando), para que Dios les conceda el arrepentimiento y reconozcan o vuelvan a la verdad.

“El que ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida. Me refiero a los que cometen pecados que no conducen a la muerte, porque hay un pecado que lleva a la muerte; por este no les pido que oren” (1 Juan 5,16 BPD).

“que corrija con mansedumbre a los que disienten, por si Dios les da un arrepentimiento que les lleve a reconocer la verdad y a recobrar el sentido, escapando de los lazos del diablo, que los mantiene cautivos y sometidos a su voluntad” (2 Timoteo 2,25-26 Biblia EUNSA).

Debemos recordar y tener siempre presente que, solo Dios, por su gracia, puede conceder la conversión.

“Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió” (Juan 6,44 BPD).

“Si un hombre se extravía de la correcta fe, ¡cuánta diligencia, cuánta perseverancia y paciencia no necesita el pastor de las almas! Porque no se trata aquí de arrastrar por la fuerza ni de obligarle por el temor, sino de atraerle por la persuasión nuevamente a la verdad, de la que en hora mala se apartara. Alma ciertamente generosa se requiere para no desalentarse, para no desesperar de la salvación de los extraviados, para tener siempre delante y repetirse aquello del Apóstol: por si Dios les da un arrepentimiento que les Ileve a reconocer la verdad y escapen de los lazos del diablo” (S. Juan Crisóstomo, De sacerdotio 2,4).

En efecto, si somos católicos, y si alguien viene a la verdad, no es por nuestros méritos, sino por pura gracia de Dios. De ahí la importancia de orar tanto por nosotros como por los hermanos separados.

“Pero no olviden todos los hijos de la Iglesia que su excelente condición no deben atribuirla a los méritos propios, sino a una gracia singular de Cristo, a la que, si no responden con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad” (cf. Lumen Gentium, n. 14).

En resumen, debemos pedirle al Señor constantemente que nos guíe a las personas adecuadas, les conceda el arrepentimiento, y nos inspire las palabras oportunas para convencerles, porque “¡qué buena es la palabra oportuna!” (Pr 15,23 Biblia EUNSA).

4. Prepararse continuamente para saber responder con la Biblia.

Antes de intentar dialogar con los hermanos separados, es muy importante estar en continua preparación, primero con la oración —como establecimos en el punto anterior—, y segundo con el estudio de la Biblia y la doctrina católica —incluyendo la apologética—, porque a menudo, en el momento del diálogo, el Espíritu Santo nos recordará algún pasaje o algún texto eficaz para corregir o exhortar que hayamos leído, porque “la Palabra de Dios es viva y eficaz” (Heb 4,12 BPD).

Por esta razón, la continua preparación es fundamental para dialogar con los hermanos separados (y con todos), ya que somos llamados a estar siempre listos a dar una respuesta a quien nos pida razón de lo que creemos (cf. 1 P 3, 15).

“Si alguno habla, sean palabras de Dios” (1 Pedro 4,11 BJ).

Muchos hermanos separados son entrenados para cuestionar a los católicos utilizando ciertos pasajes de la Biblia, con el fin de hacerlos dudar de su fe, e integrarlos a sus filas, por esta razón, es fundamental que aprendamos a responder a sus objeciones con la correcta interpretación de la Biblia que nos enseña la única y verdadera Iglesia de Cristo, siempre con amabilidad y paciencia, esperando que Dios les conceda reconocer la verdad, como se planteó en los puntos anteriores.

Otra razón por la que debemos aprender a responder con la Biblia, es que a la mayoría de los hermanos separados les han enseñado a aceptar la Biblia y rechazar la Iglesia Católica (en la cual nació la Biblia), por esta razón no tendrán en cuenta si les respondemos tan solo con el Catecismo o con algún otro documento doctrinal de la Iglesia, incluso, en algunos casos, podrían llegar hasta a rechazar respuestas con datos históricos, con el mito de que “la Iglesia ha manipulado la historia”, por ello la apologética nos enseña a dar respuestas concretas fundamentadas bíblicamente.

Debemos familiarizarnos con nuestra Biblia Católica y dialogar siempre con ella, ya que los hermanos separados poseen traducciones diferentes a las nuestras, llegando algunos grupos, incluso a alterar su contenido para apoyar sus falsas doctrinas.

“hay pasajes difíciles de entender, que algunas personas ignorantes e inestables interpretan torcidamente –como, por otra parte, lo hacen con el resto de la Escritura– para su propia perdición” (2 Pedro 3,16 BPD).

Por último, es bueno y útil que vayamos memorizando pasajes bíblicos claves de la apologética, tales como Mt 16,18, el cual demuestra bíblicamente que Cristo fundó una sola Iglesia y por lo tanto no puede haber muchas iglesias.

5. No dejarse intimidar, ni perturbar.

No debemos dejarnos intimidar ni perturbar cuando no tengamos una respuesta inmediata a una objeción que nos planteen. Es bueno reconocer que no lo sabemos todo, recordando que siempre podemos investigar la respuesta para retomar el diálogo más adelante, porque muchas de las objeciones que hacen los hermanos separados no son nuevas, la gran mayoría de ellas han sido refutadas por los Padres de la Iglesia y apologistas en el pasado, tengamos, pues, presente que la Iglesia Católica tiene una respuesta a cada objeción.

6. Hay que tener límites con quién dialogar y con quién no.

Hay que tener límites con quién dialogar y con quién no, por eso siempre debemos orar y pedirle a Dios que nos ayude a discernir con quién debemos hacerlo, para que, como en el encuentro entre Felipe y el eunuco etíope (v. Hechos 8,26-40), el Espíritu Santo sea quien nos lleve a la persona adecuada en el momento oportuno, a quien podamos convencer y salvar (cf. Judas 1,22).

Desafortunadamente sectas como los testigos de Jehová, van de casa en casa, armados de diálogos previamente preparados y practicados, y en la mayoría de los casos no están realmente abiertos a un diálogo razonable o a un intercambio de ideas, sino que, por medio de estos diálogos solo buscan hacer dudar al católico no preparado, para conseguir más seguidores, y cuando encuentran resistencia —es decir cuando se les plantea algún razonamiento al cual no están preparados—, son enseñados a desistir e ir en busca de otras personas.

Muchos se presentan como estudiantes de la Biblia (falsos maestros), y no están realmente abiertos al diálogo, es decir no están dudando, sino que, insistiendo en sus diálogos, se empeñan en predicar falsa doctrina (aunque la mayoría lo haga de buena fe, pero engañados), por esta razón no es aconsejable recibirlos en nuestras casas, o hablar de Dios o religión con ellos, más aún, si no estamos preparados y no estamos familiarizados con los cuestionamientos y ataques en los que los preparan.

Siempre debemos tratarlos con amabilidad y respeto, pero eso no significa que debemos recibirles sus textos, leer sus publicaciones, consumir su música (aunque suene bonito), o asistir a sus cultos o reuniones, ya que contienen herejías, mentiras, y falsa doctrina. Debemos tener presente que algunas sectas como los mormones y los testigos de Jehová, para empezar, no creen que Jesús es el Hijo de Dios, por lo cual no son hermanos separados (cristianos no-católicos).

“Porque han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne. ¡Ellos son el Seductor y el Anticristo! Ustedes estén alerta para no perder el fruto de sus trabajos, de manera que puedan recibir una perfecta retribución. Todo el que se aventura más allá de la doctrina de Cristo y no permanece en ella, no está unido a Dios. En cambio, el que permanece en su doctrina está unido al Padre y también al Hijo. Si alguien se presenta ante ustedes y no trae esta misma doctrina, no lo reciban en su casa ni lo saluden. Porque el que lo saluda se hace cómplice de sus malas obras” (2 Juan 1,7-11 BPD).

7. No juzgar ni condenar, porque solo Dios es juez.

No debemos juzgar ni condenar, porque solo a Dios le corresponde el juicio. Es fácil juzgar cuando no estamos en los zapatos de la otra persona, pero debemos recordar que nunca podríamos llegar a reunir los elementos de juicio suficientes de la vida de alguien más, como para llegar a un juicio justo.

“Hermanos, no hablen mal los unos de los otros. El que habla en contra de un hermano o lo condena, habla en contra de la Ley y la condena. Ahora bien, si tú condenas la Ley, no eres cumplidor de la Ley, sino juez de la misma. Y no hay más que un solo legislador y juez, aquel que tiene el poder de salvar o de condenar. ¿Quién eres tú para condenar al prójimo?” (Santiago 4,11-12 BPD).

Más bien, nuestro deber como católicos es tender puentes, acogiendo, no condenando. Si el hermano separado no está abierto al diálogo razonable y sincero (está cerrado), o insiste en pelear, entonces —como hemos establecido—, sólo podemos orar por él, sin juzgarlo ni condenarlo. Recordando que solo de Dios es la gracia de la conversión.

“El corazón del hombre es torpe y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a Él nuestros corazones: “Conviértenos, Señor, y nos convertiremos” (Lm 5,21)” (CIC, n. 1432).

Tenemos que ser misericordiosos como el Padre, que anhela el regreso de sus hijos pródigos, celebremos una gran fiesta junto con Él, con los que vuelven a la Iglesia o nunca estuvieron en ella, sin juzgarlos o echarles nada en cara.

“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados” (Lucas 6,36-37 BPD).

Reglas prácticas para dialogar con los hermanos separados:

Las siguientes, son reglas que podemos establecer previamente o durante el diálogo con los hermanos separados.

  • Uno por uno.
    • Hablar solo con una persona a la vez.
  • Tema por tema.
    • Hablar un solo tema a la vez.
    • Escoger un tema cada uno.
      • El tema más importante es el de la Iglesia.
    • Establecer un tiempo determinado para que cada persona hable
      • ej: 15 min cada uno.
    • Hacer preguntas clave.
      • utilizando pasajes clave de la apologética.
  • Dialogar en público.
    • Es importante contar con alguien que sea testigo para evitar calumnias y falsas acusaciones.
      • Los apóstoles iban de dos en dos a predicar.

Conclusión:

Para dialogar con los hermanos separados, es necesario que los católicos primero nos preparemos bien en la defensa de la fe, en la Palabra de Dios y la doctrina católica (p.ej. el Catecismo de la Iglesia Católica), y así poder realmente ayudarles a ver sus errores. También es muy importante orar continuamente a Dios para que nos ayude a dialogar con ellos, para que reconozcan la verdad, les conceda el arrepentimiento y regresen al redil.

Por el contrario, si uno no está bien preparado, lo mejor es no dialogar de Dios, de la Biblia, o de la religión con los hermanos separados, ya que puede resultar inútil, lograr poco, y se puede correr el riesgo de poner en peligro su propia fe; ya que, por lo general, son los católicos impreparados los que se pasan al protestantismo. Por lo que, si uno no cuenta con dicha preparación, lo mejor es evitar el diálogo religioso, y no recibir en casa grupos proselitistas como los testigos de Jehová, mormones, o personas que solo se identifiquen como estudiantes de la Biblia.

Autor: Fernando H. Lee