🛡 Fortaleza en la fe

¿Qué es la apologética y para qué sirve?

La apologética es la parte de la teología que pretende defender racional e históricamente los dogmas de la Iglesia, y sirve para que los creyentes conozcamos y fortalezcamos nuestra fe, y de esta manera estemos preparados para defenderla de las posibles dudas, cuestionamientos o ataques que pudiéramos enfrentar.

La palabra apologética viene de la palabra griega ‘apología’ que significa ‘hablar en defensa’. Etimológicamente es una palabra militar, que significa ‘ante un ataque, tomar una posición defensa específica’. En el sistema jurídico griego clásico el acusado respondía con una apología, es decir, con un discurso o explicación formal para responder y rebatir los cargos en su contra. Un ejemplo famoso es la Apología de Sócrates, quien durante su juicio en Atenas en el 399 a. C., se defendió de cargos en su contra, como, por ejemplo, el de no creer en los dioses de la ciudad.

Un ejemplo de apología en la Biblia es cuando San Pablo tiene la oportunidad de presentar su apología su defensa ante el rey Agripa:

“Agripa dijo a Pablo: «Estás autorizado a defenderte». Entonces Pablo, extendiendo la mano, comenzó su defensa, diciendo: «Rey Agripa, me considero dichoso de tener que defenderme hoy, delante de ti, de las acusaciones que me hacen los judíos” (Hechos 26,1-2 BPD).

En el mundo de la fe, la apologética busca explicar lo que nosotros creemos, explicar la fe, y exponer los errores para proteger la integridad de la fe, y esta ha sido practicada desde los comienzos de la Iglesia, porque desde un inicio hubo división. Pero la división es un grave problema porque la fe requiere de unidad y obediencia al Evangelio o la Buena Noticia, la cual no es cosa de hombres, sino revelación directa de Dios, como enseña San Pablo:

“Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1,11-12 BPD)

Siempre ha existido quien busca crear su grupo y su propia doctrina aparte, pero como vemos en el pasaje anterior, la doctrina de la fe no la podemos inventar nosotros, ni tampoco la podemos cambiar, ni alterar, ni crear una a nuestra conveniencia, porque Dios reveló las verdades que necesitamos para nuestra salvación, por ello en lugar de dividirnos, debemos aprender a dejar que estas verdades nos corrijan, nos cuestionen y nos ayuden a vivir la fe. Esas verdades han sido entregadas a los apóstoles y sus sucesores, a la única Iglesia Católica y Apostólica, y son custodiadas fielmente por ella.

Jesús oró por una Iglesia unida en donde sus discípulos se aman y manifiestan el amor que se tienen al mundo, y así el mundo pueda creer (cf. Jn 17,21). La apologética sirve a la unidad —al sueño de Cristo—, la sirve corrigiendo errores con verdades, un claro ejemplo de esto en la Biblia es cuando San Pablo hace un llamado a la unidad y la armonía a la Iglesia de Corinto, recordándoles que Cristo no está dividido:

“Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1,10-13 BPD).

Si la anterior advertencia fue dirigida a las divisiones internas de la Iglesia, ¿qué diría San Pablo hoy de todas las sectas que se han separado de la Iglesia? Las cuales han descuidado y rechazado gran parte de la enseñanza de la Iglesia.

En el pasaje anterior, hay uno que dice que “es de Cristo”, pero uno no puede ser de Cristo si no pertenece a la Iglesia, porque Cristo está en la Iglesia. Hoy en día muchas iglesias dicen “ser de Cristo”, invitando a que las personas acepten a Cristo como su Salvador con una oración, para luego enseñarles a despreciar, calumniar y atacar a su Iglesia; cuando aceptar a Cristo plenamente significa aceptar su Iglesia y vivir la fe y el Evangelio dentro de ella (la fe y las obras no se oponen, sino que siempre van unidas).

Otro punto importante con respecto a las sectas, es que el Espíritu Santo nunca enseñaría a atacar, calumniar, ofender, alterar la verdad, ni mucho menos enseñaría a tomar ciertos pasajes de la Biblia para atacar la Iglesia Católica, al Papa, o a la Virgen; por lo que podemos identificar claramente a los falsos maestros y profetas de las sectas, cuando se sirven de estos medios con el fin de confundir católicos y obtener más seguidores. Eso no viene de Dios, porque El Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, siempre enseñará a los verdaderos seguidores de Jesús a obrar con amor y verdad.

“Nosotros obramos con integridad, con inteligencia, con paciencia, con benignidad, con docilidad al Espíritu Santo, con un amor sincero, con la palabra de verdad, con el poder de Dios; usando las armas ofensivas y defensivas de la justicia” (2 Corintios 6,7 BPD).

La apologética no tiene verdades, sino más bien utiliza verdades para defender la fe, por lo que, para hacer una defensa efectiva de la fe, primero necesitamos conocer y estudiar dichas verdades, y así asegurarnos que lo que decimos es verdad y lo hagamos con tranquilidad de conciencia.

San Pedro mismo nos hace el llamado a que estemos siempre preparados y dispuestos a defender nuestra fe y esperanza con suavidad y respeto.

“Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia” (1 Pedro 3,15-16 BPD).

Podemos concluir que la apologética sirve a la unidad y no a la división —porque el gran sueño de Dios es una sola Iglesia—, utilizando verdades para defender la fe de las dudas, cuestionamientos y ataques que vienen de fuera. Y hoy más que nunca tenemos necesidad de que los católicos nos preparemos y estemos siempre dispuestos a defender efectivamente nuestra fe utilizando las armas del amor y la verdad.

Autor: Fernando H. Lee